Cuando vio la foto, un chico de 10 años sonrió dentro suyo y un hombre de 60 comenzó a llorar. El alboroto de las dos biografías le hizo temblar las manos. Y el pico de la pava perdió la puntería en un mate que hacía rato había dejado de humear.
“¡Qué lindo fue ese día!”, balbuceó. Se estaba produciendo el milagro de un recuerdo, tal vez cuando enfilaba hacia las tinieblas del olvido.
Miguel Angel Fida cursaba cuarto grado cuando el general Perón lo alzó frente a la multitud reunida en la Plaza de Mayo para los festejos del Día de la Lealtad.
Ese 17 de octubre de 1953, en un instante más breve que un segundo, Miguelito se sintió suspendido como un ángel, ovacionado como un artista, condecorado como un mariscal.
Miguel Angel Fida cursaba cuarto grado cuando el general Perón lo alzó frente a la multitud reunida en la Plaza de Mayo para los festejos del Día de la Lealtad.
Ese 17 de octubre de 1953, en un instante más breve que un segundo, Miguelito se sintió suspendido como un ángel, ovacionado como un artista, condecorado como un mariscal.
(Miguel Angel Fida es saludado por una Plaza de Mayo repleta)
La Medalla Peronista lo esperaba en las manos del presidente nicaraguense Anastasio Somoza. Antes de la recompensa, hubo una historia breve de valentía infantil.
La muerte merodeó el capítulo inicial. Una nena de cinco años se había soltado de la pollera de su mamá en medio de las vías del ferrocarril San Martín, al cruzar el paso a nivel de la calle Campana. La locomotora la iba a atropellar, pero Miguelito la sacó del camino y la salvó. La madre de la nena no sabía cómo agradecerle. Le dio un abrazo y le llenó los cachetes de carmín.
La muerte merodeó el capítulo inicial. Una nena de cinco años se había soltado de la pollera de su mamá en medio de las vías del ferrocarril San Martín, al cruzar el paso a nivel de la calle Campana. La locomotora la iba a atropellar, pero Miguelito la sacó del camino y la salvó. La madre de la nena no sabía cómo agradecerle. Le dio un abrazo y le llenó los cachetes de carmín.
Ahí terminaba el acto de arrojo. El olvido se empezaba a frotar las manos. Cometió error: testigos vecinas no se iban a perder semejante anécdota. El relato saltó de boca en boca. Los detalles variaban según el narrador, aunque la hazaña era siempre la misma.
En la primavera del 53, Miguelito fue llamado por el director de la escuela “Tomás Liberato Perón”. El interrogatorio fue amable. ¿Qué hiciste aquella tarde? ¿Te pasó algo en el amino?.
La confirmación sacudió al barrio. Un “héroe peronista” tomaba la leche en Villa Devoto.
La confirmación sacudió al barrio. Un “héroe peronista” tomaba la leche en Villa Devoto.
Manuelita López de Fida levantaba puntos de media cuando se enteró del notición. De tanto orgullo por su hijo, se desesperó:
–¿De dónde saco un trajecito?
Ahh, ya sé, lo mando con el guardapolvo, al General le va a gustar.
Lo planchó apenas unas 150 veces. Angel, el papá, lustró los zapatos. Y el peluquero le hizo un corte al ras, sin sospechar que tallaba para la posteridad.
–¿De dónde saco un trajecito?
Ahh, ya sé, lo mando con el guardapolvo, al General le va a gustar.
Lo planchó apenas unas 150 veces. Angel, el papá, lustró los zapatos. Y el peluquero le hizo un corte al ras, sin sospechar que tallaba para la posteridad.
El rugido de la Plaza de Mayo envolvió la aparición de Perón, a las 17 en punto. Se acercaba la coronación.
Había medallas “a la Fe Peronista”, “a la Producción”, “al Deber Sindical”, “a la Madre”.
El diploma de Miguelito decía: “Medalla Peronista a la Abnegación, como reconocimiento a sus virtudes para ejemplo y estímulo de los compañeros”.
El chico avanzó por el palco hacia donde estaba el General. Se iniciaba la secuencia que, cincuenta años después, iba a despertar una nueva búsqueda.
El diploma de Miguelito decía: “Medalla Peronista a la Abnegación, como reconocimiento a sus virtudes para ejemplo y estímulo de los compañeros”.
El chico avanzó por el palco hacia donde estaba el General. Se iniciaba la secuencia que, cincuenta años después, iba a despertar una nueva búsqueda.
¿Quién será ese chico que sostiene Perón?, se preguntó alguien en la redacción del diario Clarín. Y alguien salió a buscarlo, con el sólo rastro de una foto de atrás.
“Fuerte el aplauso para Migueeeeeell Angeeeell Fidaaaaa”, avivó el locutor oficial. Y el chico del guardapolvo impecable se transportó hacia un mundo color sepia. Perón lo recibió con caricias. En su brazo izquierdo llevaba un brazalete de luto, por Evita.
Miguelito apenas respiraba. Se dieron un beso y un abrazo. Dos potencias se saludan:
–Gracias, General.
–No, muchacho, gracias a vos, me hacés muy feliz. ¡Te felicito!. Seguí portándote así toda la vida.
Somoza, que sostenía el estuche con la recompensa, quiso elogiar la fuerza de su anfitrión:
–Y eso que el chico está rellenito. ¡Qué bien se come en la Argentina!
Cuando el nene aterrizó de las nubes, se activó otro reloj.
Miguelito apenas respiraba. Se dieron un beso y un abrazo. Dos potencias se saludan:
–Gracias, General.
–No, muchacho, gracias a vos, me hacés muy feliz. ¡Te felicito!. Seguí portándote así toda la vida.
Somoza, que sostenía el estuche con la recompensa, quiso elogiar la fuerza de su anfitrión:
–Y eso que el chico está rellenito. ¡Qué bien se come en la Argentina!
Cuando el nene aterrizó de las nubes, se activó otro reloj.
En junio de 1955, la plaza de la foto fue bombardeada. En setiembre, Miguelito se quedó sin primavera: tuvo que escaparse por una ventana del aula de sexto grado.
Ni le habían enseñado geometría y ya se topaba con los paredones obtusos de la historia argentina.
Su anécdota sagrada, diría Alejandro Dolina, fue rociada con el Licor del Olvido.
La familia empezó a borrar toda huella. Un amigo radical ofreció ayuda. Y a su casa fue a parar el diploma, la medalla, los libros peronistas y el pase que decía: “El portador, señor alumno Miguel Angel Fida, tiene libre acceso a la Casa de Gobierno al acto a realizarse en el día de la fecha”.
Un decreto militar prohibió nombrar a Perón. Miguelito, a los 12 años, recibía la condena a vivir otra vida. Alguien lo reconoció en la escuela donde hacía la secundaria. Él lo desmintió. Tres veces negó a Perón.
Abandonó en tercer año y la promesa que había hecho en 1953, de llegar a ingeniero mecánico, se esfumó. Sólo fue mecánico. Nunca pudo usar la beca que le había prometido el peronismo para estudiar en Estados Unidos y especializarse en motores diesel. No volvió a hablar de la medalla escondida.
Ni le habían enseñado geometría y ya se topaba con los paredones obtusos de la historia argentina.
Su anécdota sagrada, diría Alejandro Dolina, fue rociada con el Licor del Olvido.
La familia empezó a borrar toda huella. Un amigo radical ofreció ayuda. Y a su casa fue a parar el diploma, la medalla, los libros peronistas y el pase que decía: “El portador, señor alumno Miguel Angel Fida, tiene libre acceso a la Casa de Gobierno al acto a realizarse en el día de la fecha”.
Un decreto militar prohibió nombrar a Perón. Miguelito, a los 12 años, recibía la condena a vivir otra vida. Alguien lo reconoció en la escuela donde hacía la secundaria. Él lo desmintió. Tres veces negó a Perón.
Abandonó en tercer año y la promesa que había hecho en 1953, de llegar a ingeniero mecánico, se esfumó. Sólo fue mecánico. Nunca pudo usar la beca que le había prometido el peronismo para estudiar en Estados Unidos y especializarse en motores diesel. No volvió a hablar de la medalla escondida.
Cuando el periodista salió a su búsqueda, él seguía prefiriendo el silencio.
Alguien, sin embargo, guardaba un frasco del Vino del Recuerdo, ese que diluye los efectos del Licor del Olvido.
Si los procedimientos de la suerte necesitaran una descripción, aquí viene una. En el archivo de un diario apareció la foto de frente de un chico con guardapolvo, tomada el 17 de octubre de 1953.
Lo habían homenajeado por su coraje. Se llamaba Miguel Angel Fida. Los primeros veinte Fidas de la guía no lo conocían. Sólo uno se llamaba igual.
- ¿Usted tiene 60 años?.
- Sí.
- ¿Usted recibió la medalla peronista?.
- Silencio.
- ¿Usted estuvo en brazos de Perón?.
- ¿Usted estuvo en brazos de Perón?.
- No, no, no.
- Tengo una foto que me gustaría mostrarle.
- ¿Una foto?
- ¿Una foto?
- ¿Podría venir mañana?.
Cuando la vio, un chico de 10 años sonrió dentro suyo. Y un hombre de 60 comenzó a llorar.
La medalla está en un banco, “por la inseguridad”. La mamá, de 84 años, sigue orgullosa: “logró
que pisara el balcón de Eva”.
Y Miguel, “peronista de Perón”, acepta que ya es tiempo de recordar. Por primera vez, mandó a enmarcar aquel instante sagrado
La medalla está en un banco, “por la inseguridad”. La mamá, de 84 años, sigue orgullosa: “logró
que pisara el balcón de Eva”.
Y Miguel, “peronista de Perón”, acepta que ya es tiempo de recordar. Por primera vez, mandó a enmarcar aquel instante sagrado
12 comentarios:
Que emoción. Feliz día Compañeros.
Esas pequeñas cosas son las que hicieron grande a un movimiento que cuando atravesó la era de Perón, se hizo carne en la conciencia del pueblo.
Solo el pueblo salvara al pueblo!
Que le den la beca que se perdió a su hijo, esa sería una linda medida simbólica en el acto de Paraná.
Ah, un texto fenomenal, me olvidaba, gracias por compartirlo en este día.
Que lindo post!!! Les dejo feliz día y un gran saludo!
Muchas gracias... la verdad que lo leí muchas veces, pero me sigo emocionando.
Un saludo peronista a todos!
Hrmoso recuerdo para un día especial. Saludos peronistas
qué linda historia, emocionante.
felicitaciones!
¡Anastasio Somoza estaba ene se acto!
como alguien puede estar orgulloso de que ese dictador asesino le haya dado una medalla!
no entiendo..
alguien aca sabe quien fue anastasio somoza?
con respeto y preocupacion
un saludo
Estimado Anónimo:
La doctrina del estado argentino siempre fue no condenar a los pueblos por sus líderes.
De hecho la Argentina fue siempre solidaria con el pueblo español, a pesar que fueran gobernados por el dictador Francisco Franco. Porque son los pueblos quienes tienen que liberarse de los yugos.
Ya sabemos como terminó Anastacio, y también sabemos que no aceptamos jamás que se castigue a un pueblo por los "líderes" que se dá a si mismo.
Pensemos lo que pasa entre Cuba y Estados Unidos, es todo lo contrario!. EEUU castiga a un pueblo (el cubano) por estar en desacuerdo con sus líderes. Hace lo mismo con Corea del Norte, con Iran, y siguen las firmas...
Los argentinos no somos y nunca seremos así.
Un saludo y gracias por el comentario.
No solo los EEUU castigan al pueblo de Cuba, aquí sin ir mas lejos los dirigentes del campo y sus cómplices, bloquearon a las ciudades para no abastecer de alimentos, si el conflicto era con el gobierno, porqué castigaron al pueblo.
Creo que siempre fuí peronista.
Gracias por esta postal del alma.
abrazos.
fer.
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