sábado, 28 de febrero de 2009

Crónica desde Bolivia V: regreso y diálogos en la República de la Soja

Los días pasan lentamente en el altiplano. El aire es liviano y el clima puede cambiar tres o cuatro veces en unas pocas horas.
La última semana del carnaval no hace más que alargar esos días en que el sol sale y se pone de golpe por culpa de las montañas de La Paz.
Pero la cuaresma es una celebración impuesta a sangre y fuego por la conquista y la colonia. Así que para "pagar" los pecados cometidos durante el carnaval, las iglesias se llenan y las catedrales rebosan de fieles.
Yo aprovecho para partir rumbo al sur, a la ciudad de Potosí, al pie del cerro de la Plata. Esta montaña - no muy alta - se llama así porque es el símbolo de la expoliación a la Pachamama durante la colonia. De allí se sacaron miles de toneladas de plata que se envíaron a Buenos Aires y desde ahí a España, para engrosar las arcas del reino. Por eso, los bolivianos saben y sienten que de ese lugar se robó tanta riqueza que nunca volvió.
La nieve y los -12ºC me reciben como una piña en el pecho. La ciudad está más elevada - aún - que La Paz y la nevada va a durar unos días. Además parece que con financiamiento del BID y dinero originado por la nacionalización de los hidrocarburos, el gobierno de Evo Morales está iniciando la construcción de los puentes y asfaltado de la ruta que une el norte con el sur de Bolivia.
Hasta ahora, desde Villazón hasta Potosí, solo existe una precaria ruta de ripio que serpentea entre las montañas, cruza ríos y une pueblos perdidos en esos parajes entre las montañas. Y recorrer esos caminos hace entender porque cuando leía en la escuela que para ir de un lado al otro en la época de la colonia se tardaban meses.
En la terminal se anuncia que "desde este miércoles se destruyen los vados" por lo que, hasta nuevo aviso, hay que "rodear" (cientos de kilómetros) o ir directamente por Chile.
Por lo tanto, apechugando por el frío, el colectivo escala lentamente las montañas entre la nieve acumulada y el viento. De más está decir que el bus no tiene calefacción y parece una heladera ambulante. Todos van tapados con frazadas y tiritando para tratar de superar el punto de congelamiento. Pero al rato, superamos las cumbres más altas y volvemos a bajar a la altura del río donde las condiciones son más aceptables.
El colectivo atraviesa paisajes agrestes, pequeñas casitas de adobe con techo de paja y el nombre "EVO" pintado en las paredes. Cada tanto frena para dejar pasar pastores con sus rebaños. Frente a cada riacho el chofer también detiene la marcha como para encomendarse a Dios y avanza despacio. El agua baja con fuerza, pero a nadie parece importarle demasiado. ¿Cómo puede ser que un país no tenga puentes?. A veces, una obra que parece tan "tonta" como un puente, es tan importante que parece mentira. "Ahora vamos a tener puentes nuevos en esta ruta!" me dice el boliviano que viaja sobre la ventanilla mientras mira las gruas, bulldozers y palas enormes apostadas para ejecutar las obras a partir del día siguiente.
En cada afirmación hay una sensación de orgullo compartido entre todos los que llevan en acullico y se sienten por primera vez conductores del destino de su patria.
Son unas 8 horas las que recorremos por esos caminos calamitosos. Pero en cada lugar se ven las máquinas trabajando, obreros con sus cascos manipulando bloques de hormigón y máquinas moviendo tierra. Todos supervisados por el omnipresente EVO, que desde un cartel señala "Unamos Bolivia, hagamos caminos".

(Detenidos en la cornisa para dejar un camión de la obra)

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El paso por la frontera no es para nada rápido ni "eficiente". De hecho, la Gendarmería estaba buscando a un prófugo y revisó todos los autos, las mochilas y bolsos de cada uno de los pasajeros. Cosa rara, porque paralelo al puente carretero hay un puente ferroviario en desuso por el que pasan cientos de personas cargando bultos sin que nadie los revise. En fin...
La lluvia de La Quiaca me hizo dudar en quedarme y tomé la decisión de iniciar el "épico" viaje de 26 horas hasta la capital. Comprando un boleto en el que decía "Güemes $37" (Salta) pero por el que debí pagar $240, me ubiqué en un asiento del colectivo colmado de caras pardas y mochileras rubias esperando que se pusiera en movimiento.

Apenas se movió el colectivo y me aseguré que no me bajarían del bus, el sueño me venció.

- "Caballero!, despiértese y baje de la unidad" me dijo un morochito con uniforme de gendarmería. "¿No escuchó que se le ordenaba bajar?" dijo con asento de correntino.
- "No, no escuché. ¿Qué pasa?".
- "Estamos en Purmamarca, abra la mochila y saque todo" me inquirió mientras el can raza "puro perro" metía su hocico entre mi ropa sucia.
- "Pobre perro, que trabajo ingrato" le dije y el gendarme se rió.
- "¿De donde viene y a donde va caballero?".
- "De Bolivia, y voy para la Argentina" y ante la respuesta obvia se puso serio de nuevo.
- "Digame su DNI"
- "28.99...."
- "Está bien, disculpe la molestia vuelva a dormir".
Hasta Tucumán ni la lluvia del norte, ni el frío ni la incomodidad me despertaron. El sol salió pasando el "Jardín de la República" y allí paramos en una estación de servicio.
El calor ahora era sofocante. Apenas amanecía, pero ya no se podía andar de campera, así que me quedé con mi remera que decía "Kirchner Conducción".
Y no tardaron en empezar las miradas ante tanto exibicionismo...
En Santa Fé, en la ciudad de Ceres volvimos a detenernos para comer. La chica que servía el generoso almuerzo se me acercó y disimuladamente me preguntó:
- "Usted es de Cristina?".
- "Si". Dije medio seco pensando que jugaba de visitante.
- "Acá vamos a ganar" me dijo mientras destapaba la "Narampol" de naranja. Y siguió "yo no hablo mucho porque el dueño del parador está con el campo, pero fíjese las casas que se están haciendo cuando llegue a Totoras y Rafaela".
La chica dejó las servilletas y se fue a seguir sirviendo. En mi mesa, una chica jóven con una bebita y me dijo:
- "Nosotros somos quinteros en La Matanza. Durante el paro no nos dejaron sacar la mercadería de las quintas por ser bolivianos". El marido que comía el pollo con la mano, me miró a los ojos y me dijo "el racismo en Bolivia lo vencimos con socialismo, en la argentina estamos con el gobierno de la Cristina".
- "(...) dejálos hablar (pensé)
- "Yo tengo los ducumentos en regla y voté por un cambio. No tiene que aflojarles (a los del campo), ¿vio la cantidad de soja que han sembrado?, me preguntó.
- "Si, parece mucho". Contesté como poniéndole un centro para que haga el gol.
- "Así no se hace. Porque están lastimando a la madre tierra con tantos químicos".
(Plantación de soja, no se ve el horizonte ni los árboles)
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El viaje siguió. Las horas pasaban y los campos de soja a la vera de la ruta parecían no tener horizonte. Al legar a Totoras y Rafaela confirmé lo que me había dicho la chica del parador. A la vera de la ruta están construyendo mansiones.
Al entrar y salir de Rosario, en los barrios "populares" se ven comedores de las diferentes organizaciones sociales. El MIJD de Raúl Castells tiene el más vistoso, pero en las casitas de los alrededores las parrillas encendidas y humeantes iluminaban e inundaban el cielo con olorcito a asado. Ahí me percaté que hacía como 20 días que no comía un regio asado.
¡Volví a la realidad!. Y en la Argentina que los De Angelis querían que la carne llegue a $80 el kilo, todavía los sectores populares seguían comiendo asado. La Argentina de las rutas y caminos con puentes, esos que según los energúmenos construirían ellos si no hubiera retenciones.
En fin, las vacaciones terminaron y los Jóvenes Cacharienses volvimos a la trinchera.

3 comentarios:

Silvia Ca dijo...

quiero esa remera...

Anónimo dijo...

Muy bueno. Bienvenido a casa!!!

Anónimo dijo...

Compañeros! que lindo relato! Todavía tengo que leer las demás crónicas (prometo hacerlo) pero este cierre es muy lindo. Hace poco pasé por sus pagos camino a Tandil.
Saludos, y mañana a ponerse el despertador para escuchar a Cristina!